Si quieres escuchar el artículo leído por el autor:
Hace un tiempo tuve en consulta a un adolescente de 15 años que me pareció sumamente peligroso para si mismo:
De aspecto poco aseado y sucio, desescolarizado, fumaba porros desde los 12 años y ya había probado la
cocaína. Iba con un grupo de chicos mayores conocidos por la policía. Nacido en una familia de pocos recursos y padres separados, ambos
con nuevos hijos de sus actuales parejas. Para pagar su consumo realizaba pequeños hurtos que luego cambiaba por marihuana. Se había criado en la calle, salía por la mañana y nadie sabía donde iba, ni donde dormiría esa noche .
Cuando la pareja de 16 años , lo quiso dejar, él sacó la navaja que siempre llevaba, y delante de sus colegas amenazo con quitarse la vida cortándose las venas; al final acabó ingresado en el hospital durante varios días.
Lo comenté con el resto del equipo y propuse ponerme en contacto con los servicios sociales de su ciudad para que valoraran el caso y si veían pertinente tomaran las medidas oportunas. Escribí un correo electrónico al responsable de menores, detallándole la caótica vida de este niño y mostrándole mi preocupación por su futuro. Después de dos meses sin tener noticias, y tras una consulta con este chico que seguía consumiendo y delinquiendo, llamé al destinatario de mi correo para preguntarle por el caso.
Cual fue mi sorpresa cuando me dijo que había recibido mi mensaje pero que tras consultarlo con su superior, habían decidido no hacer nada, ni siquiera contestarme.
Al preguntarle los motivos, me respondió que no había mandado la información en el formulario
correspondiente. Cuando empecé a mostrarle mi indignación y la falta de empatía profesional, mi interlocutor colgó y se acabó la conversación.
Durante meses conseguí que este adolescente volviera a consulta, unas veces para hacer una prueba de embarazo a la pareja del momento o simplemente para hablar, pero con el tiempo se fueron alargando las visitas hasta que dejó de venir.
A veces me pregunto qué habría ocurrido si la prioridad hubiera sido el niño, en vez del formulario.
Pero esta no es una historia del pasado, sigue ocurriendo todos los días:
– Se citan a las personas a una hora, sabiendo que no se les va a atender hasta mucho más tarde.
– Muchas instituciones públicas solo atienden en horarios de mañanas como si el público al que tienen que servir, sólo trabajara en horario de tardes.
– La banca esta inmersa en una cruzada de extinción de oficinas, donde se sacrifica a las personas mayores en beneficio de los accionistas.
Seguimos “cacareando” sobre lo importante que son las personas al mismo tiempo que les exigimos que se adapten a un sistema que los ignora y maltrata.
Este artículo también lo podéis encontrar en el blog del Valle de Elda
Mi próximo artículo se titulará: «¿LAS ADICCIONES SE CURAN?”
Thanks to the translation done by Sara Cremades González (teacher and philologist), you can read this article in English:
THE KINGDOMS
Some time ago I had a 15 year old teenager in my practice who seemed to me to be extremely dangerous to himself: unkempt and dirty looking, unschooled, smoking joints since he was 12 years old and had already tried cocaine. He was with a group of older boys known to the police. Born into a poor family with separated parents, both with new children by their current partners. To pay for his use, he did petty theft, which he then exchanged for marijuana. He had grown up on the streets, he went out in the morning and nobody knew where he was going or where he was going to sleep that night.
When the 16-year-old partner wanted to leave him, he took out the knife he always carried and, in front of his colleagues, threatened to take his own life by cutting his wrists; in the end he ended up in hospital for several days.
I discussed this with the rest of the team and proposed contacting the social services in his town so that they could assess the case and, if they saw fit, take the appropriate measures. I wrote an email to the person in charge of minors, detailing the chaotic life of this child and showing my concern for his future. After two months without any news, and after a consultation with this boy who was still consuming and criminalising, I called the addressee of my email to ask him about the case.
To my surprise, he told me that he had received my message but that after consulting with his superior, they had decided not to do anything, not even to reply to me.
When I asked him why, he replied that I had not sent the information in the corresponding form. When I started to show my indignation and lack of professional empathy, my interlocutor hung up and the conversation ended.
For months I managed to get this adolescent to return to the clinic, sometimes to do a pregnancy test for the couple at the time or simply to talk, but over time the visits became longer and longer until he stopped coming.
Sometimes I wonder what would have happened if the priority had been the child, rather than the form.
But this is not a story of the past, it still happens every day:
– People are scheduled at a certain time, knowing that they will not be served until much later.
– Many public institutions are only open in the mornings, as if the public they have to serve only works in the afternoons.
– The banking sector is on a crusade to eliminate branches, where older people are sacrificed for the benefit of shareholders.
We continue to «crow» about how important people are while at the same time demanding that they adapt to a system that ignores and mistreats them.
The next article will be entitled: “CAN ADDICTIONS BE CURED?”