Si quieres escuchar este artículo en la voz del autor:
Ya tenemos a Antonio o Clara (nombres ficticios), sentados frente a nosotros.
Como comentamos en la primera parte de este artículo, vienen cargados de estigmas, heridas emocionales y desesperanza.
Sabemos que ha sido muy complicado traerlos a la consulta, por lo que un movimiento inapropiado, una palabra, o incluso un mal gesto pueden dar al traste con la entrevista. Todo debe estar pensado y “coreografiado”.
La comunicación no verbal les delata, sólo con verles la cara sabemos de su rechazo:
NO QUIEREN ESTAR AQUÍ.- Han venido obligados por sus padres, servicios sociales o por un juez.
Recuerdo el caso de un adolescente de 15 años que medía 1’80 aproximadamente y superaba los 100 kg, hijo de una madre de 1’50 de estatura, que entraba detrás mío a la consulta con los brazos cruzados y cara de “niño” enfadado y que no paraba de soplarme en la coronilla para mostrar su cabreo y quizás también su tamaño…
NO TIENEN EL MENOR INTERES EN ESCUCHAR.-Suelen ponerse de lado y cada vez es más habitual que no levanten la vista del móvil.
Lo del móvil se convirtió en un verdadero quebradero de cabeza, pues si les pedía que lo apagaran, sus respuestas a partir de ese momento se convertían en monosílabos: “si”, “no” y “no sé”.
NO VAN A VOLVER.- Sabemos que no tendremos una segunda oportunidad.
Muchos de ellos no tienen reparos en decirlo, aún antes de sentarse, es como si te mostraran sus cartas antes de conocer las nuestras, no saben que nosotros jugamos a que todos ganemos, prueba de ello es que más del 90% vuelven.
Ellos no quieren nada, nosotros lo tenemos que conseguir todo, y para esto tenemos que recurrir al mito de Pigmalión:
«Esperar lo mejor de las personas, a pesar de las realidades más adversas»
Esto lo hacemos viendo a cada adolescente como si fuera el próximo Albert Einstein, Marie Curie, Steve Jobs, Frida Kahlo… pues ellos tuvieron infancias o adolescencias terribles, pero alguien, en algún momento de sus vidas supo ver debajo de sus tragedias, la maravillosa persona que podrían ser y apostó por ellos…, convirtiéndose con el tiempo, en seres excepcionales que cambiaron el rumbo de sus vidas e influyeron en el destino de muchos millones más.
Muchas veces somos los propios profesionales los que nos menospreciamos, por falta de formación teórico-práctica con adolescentes, y entramos como vencidos en una batalla sin haber luchado.
Estoy convencido que en nosotros está el poder de mejorar las vidas de los demás ya sea para su futuro o al menos para que se sientan escuchados, sin juicios ni reproches.
Hace unos días leí unas palabras atribuidas a C. S. Lewis:
“No puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes comenzar donde estas y cambiar el final”.
Este artículo también lo podéis encontrar en el blog Valle de Elda
Mi próximo artículo se titulará:
“HERMANOS, TIBURONES EN UNA PECERA”.
Thanks to the translation done by Sara Cremades González (teacher and philologist), you can read this article in English:
IN CONSULTATION WITH AN ADOLESCENT (Part 2)
We have already talked about Antonio or Clara (fictitious names), sitting in front of us.
As we discussed in the first part of this article, they come loaded with stigmas, emotional wounds, and despair.
We know that it has been very difficult to bring them in for a consultation, so any inappropriate moves, wrong use of wording, or even a particular gesture can ruin the consultation. Everything must be thought out and «choreographed».
Non-verbal communication gives them away, just from their facial reactions we can surmise their rejection:
THEY DON’T WANT TO BE HERE. Their parents, social services, or a judge have forced them to be here.
I remember the case of a 15-year-old teenager who was about 1.80 m and over 100 kg, the mother being 1.50 m. He had entered the office behind me with his arms crossed and made the face of an angry «child» who kept blowing on the top of my head to show his anger and perhaps also his size…
THEY ARE NOT AT ALL INTERESTED IN LISTENING – they tend to stand on their sides and it is increasingly common for them not to look up from their phones.
The mobile phone became a real headache because if asked to turn it off, their answers became monosyllables: «yes», «no» and «I don’t know».
THEY WON’T COME BACK. We know we won’t get a second chance.
Many of them have no qualms about saying so, even before they sit down; it is as if they show you their cards before knowing ours. However, what they do not know is that we play for everybody to win as exemplified by the fact that more than 90% come back after their first consultation.
They don’t want anything from us while we have to get everything from them, and for this we have to resort to the myth of Pygmalion:
«Expect the best from people, despite the most adverse realities».
We do this by viewing each teenager as if they were the next Albert Einstein, Marie Curie, Steve Jobs, or Frida Kahlo. They have had terrible childhoods or teenage years, but someone at some point in their lives knew how to see them not for their tragedies, but for the wonderful person they could be and bet on them becoming, with time, exceptional beings who changed the course of their lives and influenced the destiny of millions more.
Countless times it is the professionals themselves who belittle us, for lack of theoretical and practical training with teens and adolescents.
I am convinced that we have the power to improve the lives of others, either for their future or at least to make them feel heard without the fear of judgment or reproach.
A few days ago I read some words attributed to C.S. Lewis:
«You cannot go back and change the beginning, but you can start where you are and change the end.»
The next article will be entitled:
“BROTHERS, SHARKS IN A FISHBOWL”.