Mari Cruz Pérez Icardo, veterinaria de profesión y escritora de vocación, ha creado el breve relato sonoro que acompaña a este artículo.
Hoy abordamos una cuestión que preocupa profundamente a muchas familias: ¿qué ocurre primero, la adicción o la enfermedad mental? Este dilema, similar al del huevo y la gallina, nos lleva a reflexionar sobre la relación entre ambas condiciones y su impacto en nuestros hijos adolescentes
La patología dual es la coexistencia de un trastorno por uso de sustancias y otro trastorno mental en una misma persona. Esta combinación no es infrecuente y, de hecho, puede aumentar la gravedad clínica y social del individuo afectado.
Es fundamental comprender que, independientemente de cuál haya sido la condición inicial, la presencia simultánea de ambos requiere una intervención integral y coordinada. El primer paso en el tratamiento suele ser la reducción o eliminación del consumo de sustancias, ya que ninguna de las dos patologías mejorará si persiste el consumo. Incluso cuando se prescribe medicación para tratar la enfermedad mental, su eficacia puede verse comprometida si el paciente continúa consumiendo sustancias.
En este contexto, la participación activa de la familia se convierte en un pilar esencial del proceso terapéutico.
La familia no solo forma; te sostiene cuando todo lo demás se tambalea.
Su implicación puede facilitar la detección temprana de problemas, ofrecer apoyo emocional y fomentar un entorno propicio para la recuperación. Además, la colaboración familiar en el tratamiento ha demostrado mejorar la retención de pacientes y disminuir el consumo de sustancias.
Para los adolescentes, la situación puede ser aún más compleja. Si el joven acude obligado a la consulta (que es lo habitual), es probable que proporcione poca información, limitándose a respuestas escuetas. En estos casos, los padres transmiten sus preocupaciones y miedos, pero solo se obtiene una perspectiva parcial del problema. Por ello, es crucial aprender a escuchar a los adolescentes y negociar con ellos la participación de sus seres queridos en el proceso de rehabilitación.
Es importante reconocer que el camino hacia la recuperación no será fácil, corto ni exento de dolor. Sin embargo, cuando el paciente, la familia y los profesionales sanitarios trabajan de manera coordinada, es posible lograr una rehabilitación efectiva y que el individuo lleve una vida plenamente normal.
En resumen, frente al dilema de qué surge primero, la adicción o la enfermedad mental, lo realmente relevante es abordar ambas condiciones de manera conjunta y coordinada. La implicación de la familia en este proceso es vital, ya que su apoyo puede marcar una diferencia significativa en la recuperación de adolescente. Recordemos que, con comprensión, paciencia y colaboración, es posible superar estos desafíos y brindar a nuestros hijos el futuro que merecen.
Este artículo también lo podéis encontrar en el blog de El Valle de Elda Mi próximo artículo se titulará:
Adicciones digitales: Cuando la IA sabe más de tus hijos que tú